La memoria se puede clasificar, atendiendo a cómo se almacena y recuerda la información:
La memoria explícita hace referencia al almacenamiento de información de hechos generales (memoria semántica) y sucesos determinados de nuestra vida (memoria episódica).
Ejemplo: Para poder resolver un problema de matemáticas se requiere memoria explícita porque necesitamos mayor flexibilidad y aprendizaje relacional.
La memoria implícita hace referencia a los recuerdos inconscientes y adopta la forma de hábitos, estrategias perceptivas o motoras y condicionamiento asociativo o no.
Se expresa de forma automática y es difícil de verbalizar.
Ejemplo: Para poder aprender un idioma requerimos memorias implícitas pues el aprendizaje se da mediante hábito.
La memoria declarativa es aquella en la que se almacena información de hechos, se puede tratar tanto de recuerdos personales como de hechos o conocimientos adquiridos. Los acontecimientos que nos resultan personales tienen la característica de que se viven una sola vez, en un tiempo y un espacio dados: lo que hicimos ayer o lo que ocurrió durante las últimas vacaciones... Por eso, la memoria de nuestra historia personal se denomina episódica, para distinguirla de la memoria semántica o cultural, relativa a los conocimientos adquiridos, que pueden repetirse varias veces.
La memoria procedimental guarda información sobre procedimientos de interacción con el entorno, es la que nos permite aprender a montar en bicicleta, a patinar o a jugar al tenis... El hecho de que un hombre pueda afeitarse o anudarse la corbata sin necesidad de mirarse al espejo también tiene que ver con la memoria procedimental: con el tiempo, sin que seamos conscientes de ello, el recuerdo del encadenamiento de gestos se fija en determinadas zonas del cerebro completamente distintas a las zonas que rigen la memoria declarativa.
Hay otros procesos en este tipo de memoria: los procesos estratégicos, es decir, las formas de resolver tal o cual problema. Por ejemplo, aprender a jugar al mus o al ajedrez no consiste exclusivamente en aprender las reglas, sino también en memorizar y poner en práctica automáticamente determinados comportamientos: según las situaciones, se actúa de una u otra manera.
Cuando hablamos de la memoria emocional, estamos haciendo referencia al sistema que nos ayuda a fijar los recuerdos a partir de las emociones, el sistema de la memoria emocional funciona en estrecha relación con los otros dos (memoria procedimental y memoria declarativa), particularmente con el de la memoria declarativa. Nos ayuda a fijar nuestros recuerdos etiquetándolos de acuerdo con nuestras emociones: cuando algo nos conmueve, nos hace reír o nos produce placer somos capaces de recordarlo más fácilmente.
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